Pasión por el cristal – Pollux Hernúñez

Pasión por el cristal – Pollux Hernúñez

Hace ya veinte años que Antonio Alonso me propuso trabajar en la terminología del cristal de arte. Su intención era exponer por vez primera las mejores piezas de su colección —mayormente de los periodos Art Nouveau y Art Déco—, que él y su esposa habían empezado a reunir desde su llegada a Bélgica y que se nutría sobre todo de expediciones tempraneras sábados y domingos por rastros y mercadillos de todos los rincones del país. Para tal exposición se necesitaba un catálogo, que debía incluir una descripción técnicamente detallada de cada pieza. Aunque terminólogo entonces en el Servicio de Traducción de la Comisión Europea, no sé si era yo la persona idónea para tal cometido, pues la terminología que allí hacíamos poco tenía que ver con el arte.

Con todo, y fascinado por algunas piezas que me mostró, acepté el ofrecimiento y, a partir de octubre de 1998 hasta mayo del año siguiente, todos los lunes alrededor de las 6 acudía a su espacioso piso en Uccle, un verdadero museo en el que, junto a otros muchos objetos artísticos, atesoraba unos 300 jarrones de todos los tamaños, formas, colores y técnicas de fundido, soplado, corte, etc. Una colección de maravillas, a las que de vez en cuando añadía una última adquisición que me mostraba con un brillo líquido en los ojos y el comentario travieso de que a su esposa le había ocultado el precio exacto. Aquel hombre sentía auténtica pasión por el cristal.

En una mesa del salón, cubierta previamente con un paño suave, colocaba delicadamente una pieza y nos poníamos a tocarla, sentirla, escudriñarla minuciosamente, recurriendo a la lupa en busca de cualquier tipo de señal particular (firmas, fechas, sellos, rasguños), y luego describíamos cada detalle relacionado con las dimensiones, la técnica utilizada, los colores, motivos, etc. Días hubo en que, en tres horas de trabajo, no estudiamos más que una pieza, aunque, si eran parecidas, podíamos despachar hasta cinco o seis. Cuando dábamos una por concluida, la tomaba él cuidadosamente con las dos manos, desaparecía con ella para guardarla y volvía con otra. Nada mejor, para ilustrar la pasión que aquel hombre sentía por el arte del cristal, que la siguiente anécdota.

Un día me pidió que le ayudara a alcanzar una pieza voluminosa que, con otras, coronaba una alta estantería. Subió ágilmente en un taburete, tomó la pieza y, en aquel preciso momento y como obedeciendo a una maldición del destino, la superficie del taburete se partió en dos, sus patas se colapsaron y el pobre Antonio se precipitó al suelo. Su proeza me pareció milagrosa: el golpe fue tremendo y el jarrón pudo haberse hecho añicos, pero sus manos se mantuvieron instintivamente aferradas al jarrón y bien por encima de su cabeza, de modo que la pieza resultó indemne a pesar de la costalada que él sufrió.

Terminada la descripción técnica de cada pieza, era cuestión de fijar los términos técnicos en español y sus equivalentes en francés, pues el catálogo había de ser bilingüe. Mi desconocimiento de la terminología del cristal era total, pero el tema me enganchó y me puse a trabajar. En esto conté con la entusiasta colaboración de Irene Morales, una joven practicaria de terminología en Luxemburgo que, cautivada también por el tema, investigó y rastreó cada término que le envié. Huelga decir que acabamos elaborando fichas para el resto de la colección. Una vez concluido el glosario, lo aplicamos a la descripción de cada pieza y así se hizo el catálogo de la exposición.

Dedicada únicamente a 65 piezas de Val Saint-Lambert, esta exposición se inauguró en septiembre de 1999 en el Instituto Cervantes de Bruselas, de donde pasó al Centro Nacional del Vidrio de La Granja, en cuyas salas permaneció hasta agosto de 2000. Considerablemente ampliada hasta doblar el número de piezas, se presentó en la sede de la Fundación Santillana en la primavera de 2001. Desde 2005 una buena parte de la Colección Alonso se expone de manera permanente en el Design Museum de Gante.

Siempre agradeceré a Antonio que me invitara a conocer de cerca su pasión, pues nos hicimos amigos, aprendí muchísimo y entendí la razón de esa pasión: la maravilla de la belleza del cristal, que solo se aprecia cuando se lo observa detenida, sosegadamente, dejándose transportar por los universos que encierra. Me acuerdo de él y de su mirada cada vez que pongo flores en un jarrón Ravell amatista de 1926 que tuvo el generoso gesto de regalarme.

Pollux Hernúñez